10 oct 2010

Vodka con Jugo de Arándano (28/05/10)

Soy un vaso de vodka con jugo de arándano.  Curiosa descripción de un nombre que parece ser masculino, tomando en cuenta que soy una señorita de vidrio empañado, con una falda de color blanco y el alma de color violeta. Pero soy consciente de mi propia hermosura, y las definiciones me parecen insignificantes. Las palabras no me tocan.

Soy una espectadora que se consume ante el espectáculo maravilloso de una fiesta. Y muy a pesar de los que me disfrutan con la esperanza de encontrar algo de ellos mismos en mí, yo soy mi propia razón de ser. Y presencio imperturbable una noche contradictoria en su propia esencia, que se debate entre la neblina y el calor, mientras el resultado de esa lucha se refleja en mi exterior en forma de gotas de rocío sobre mi traje. Eso me hace ser vanidosa, y no me disculpo. De hecho, una copa de vino -tan violeta y transparente como yo- me puede besar el fondo cuando quiera, porque jamás llegará a ser tan hermosa.

Tengo la capacidad de transformarme en cualquier cosa, a medida que me agoto y me renuevo en un ciclo que todos desearían que fuese interminable (pero como todas las cosas de la vida, no lo es).  Soy una muchacha con clase que baila lentamente al ritmo del bossa nova y el drum’n’bass, mientras no sabes con franqueza si la música dirige a la muchacha, o la muchacha dirige a la música, aunque el dilema no importe mucho porque lo mismo te está pasando a ti. También puedo ser un par de ojos perdidos en la luz de una vela, buscando otras preguntas nuevas, porque las respuestas que existen tienen de madres a unas preguntas simplonas y antipáticas. Puedo ser un vampiro en la nada de los demás, o una recriminación en forma de mordisco en forma de sabiduría en forma de la incapacidad de entender a veces cómo demonios hacemos para vivir.

Puedo ser la necesidad de un abrazo, disfrazada en forma de verdugo. O puedo ser la sumisión como forma de supervivencia. También puedo ser la alegría de muchas almas sintonizadas en forma de un trance superior. La misma alegría de ser parte de una tribu, y a la misma vez la misma tristeza de acordarme de mi propia individualidad, que inevitablemente me lleva a la consciencia de mi soledad. Soy un espejo de quien me bebe y convierto a quien me bebe en mi propio espejo, haciendo que nuestra búsqueda devuelva exactamente otra versión burlona de sí misma.  Sublimo y me sublimo. Soy un mar que resuena entre el ideal de felicidad y el ideal de la tristeza, que desearía tener tanto de azul como ya tiene de violeta.

Y a pesar de todo, mi alma se deja ver a la luz de las velas y eso me es suficiente…